La investigación es llevada a cabo, para generar un quiebre en la mirada sacádica de los(as) pasajeros(as), para romper con la monotonía y abarcar más allá de una mirada pasajera, entregando un estimulo externo y novedoso que impulse e invite a fijar nuestra atención. El interés principal de la propuesta es también estimular la percepción de elementos visuales que se encuentran en nuestro entorno pasando desapercibidos, situando un estímulo inédito que llame la atención del espectador para generar una persistencia visual de forma significativa, utilizando una escultura que identifique al común de las personas, socializando el arte a través de un lenguaje común y transversal, a pesar de los distintos estratos sociales, como los de las personas que viajan en el autobús.
La capacidad de asombro pretende ser removida a través del proyecto para recuperar la atención y valorización de la vigencia del río Bío Bío, reivindicando la cercanía, la historia de la comuna, su albergue de vida, su uso de recreación y esparcimiento, y así derribar una cantidad de “mitos” y prejuicios de la cultura popular, tales como el peligro, los fuertes remolinos y arenales traicioneros del río, lo que termina por construir una imagen inhabitable y hostil de este, que enfrenta a la sociedad, presentándose como algo ajeno y disociado de nuestra realidad.
También se pretende Dejar una inquietud incipiente, una reflexión, un cuestionamiento, algo que remueva y active la memoria al evocar recuerdos de infancia olvidados, guardados y reprimidos por la rutina de un sistema capitalista, una rutina exitista de producción que nos aleja de las simplicidades de la vida. El bote representa esa simplicidad y también la universalidad, un bote hecho con cualquier hoja, puesto sobre un charco cualquiera que termina siendo una experiencia inolvidable.
En la socialización de ese recuerdo, reflexión o cuestionamiento, se produce la culminación de la obra.
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